Finalmente para cerrar el proceso, decidí abordar una de la formas que más me interesan los poliedros, en este caso un icosaedro. Lo que hice fue realizarlo en cartón gris y encima pegarle los distintos gradientes que obtuve del pan rallado quemado, uno por cada cara, con el objetivo de que contrastara bien cada tono. Y alrededor dispuse el mismo material mezclándonos bien para que se aprecie un gradiente más suave.
Por otro lado en el plano vertical monte las tostadas, esta vez con cartón gris por detrás para facilitar su adición a la pared, en esta ocasión lo corte con la cantidad correspondiente de triángulos que hace falta para que formen el icosaedro.
Si pienso en la obra, el sentido de este trabajo reside en la relación entre estas dos materias tan diferentes. El pan material amorfo en si mismo, pero que tiene una amplia variedad de posibilidades en cuanto su acabado superficial. Y los poliedros, formas geométricas que son comprendidas en un dimensión virtual, exactas, y medibles.
El juego entre lo inasible y lo mensurable, lo ilegible y lo compresible, lo bidimensional y lo tridimensional, son estas las tensiones que dialogan y construyen la obra.
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